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¿La instrucción nos vuelve mejores?

«La ignorancia es madre de todos los males». Este pensamiento de un autor francés hace creer que cuanto más instruido sea el ser humano, mejor se conduce. Es una visión más bien optimista de la vida. ¿Pero es correcta?
La instrucción puede tener que ver sólo con mi comportamiento exterior y no con mis tendencias más profundas. Mejora mi nivel de vida y ensancha mis horizontes. Sin embargo, puedo permanecer centrado sobre mí mismo, con mis pensamientos obstinadamente vueltos hacia mis deseos egoístas. Pondré mis razonamientos lógicos al servicio de mis propios objetivos, lo que no me impedirá ser inmoral y orgulloso. Uno de los aspectos trágicos del hombre es que la razón puede servir tanto para apoderarse de bienes injustos como para aliviar los sufrimientos del prójimo. ¡Verdaderamente la naturaleza humana está corrompida!
La Biblia nos dice que en el fondo de cada uno se esconde una fuerza del mal que conduce a malas acciones. Cuando la mente humana no tiene más relación con su Creador, carece de luz y está en tinieblas. La instrucción tiene su verdadero sentido y su fuerza sólo con una condición: volver a hallar una verdadera relación con Dios. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra para dárnosla a conocer. “A Dios nadie le vio jamás; el Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).